Tengo 28 años y confieso que nunca me había preocupado mucho de maquillajes ni cremas. Nunca tuve problemas dermatológicos que merecieran atención especial y me consideraba muy floja como para levantarme más temprano para maquillarme. Sin embargo, creo que cuando cumplí los 28 me comencé a sentir distinta, como si por fin me hubiese caído la teja de que llevo casi 30 años caminando sobre la tierra y que quiero sentirme adulta. Qué dramático sonó eso.
Me refiero a sentirme adulta porque aproximadamente desde que cumplí los 28, en febrero, he estado rodeada de una perspectiva mucho más estable de las cosas, en todo ámbito. Para que me conozcan más y me entiendan, les cuento por ejemplo que, profesionalmente, es la primera vez que me encuentro trabajando en una oficina de 9 a 6 y no corriendo como antes (bueno, sigo haciendo un par de clases en una universidad, pero no se compara con correr entre instituciones todos los días). Académicamente, ya tengo un Master of Arts, que en Chile equivale a un magíster, y tengo en mente seguir por el doctorado. Estudiando el MA pude además cumplir varios sueños, principalmente los relacionados con viajar y patiperrear hasta el cansancio por Europa, conocer gente de todo el mundo y tener la experiencia de vivir en otro país. Y hace un par de años con mi novio decidimos comprometernos, pero este año le pusimos fecha al asunto y ya estamos en la cuenta regresiva.